jueves, 14 de enero de 2016

Entonces apareció el zorro

Soy un zorro -dijo el zorro.

No puedo jugar contigo -dijo el zorro- no estoy domesticado.

Es una cosa bastante olvidada -dijo el zorro- eso significa crear lazos.

Y yo no tengo necesidad de ti. Y tú tampoco tienes necesidad de mí. Pero si tu me domesticas entonces tendremos necesidad uno del otro. Serás único para mí en el mundo y yo seré para ti único en el mundo.

Nada es perfecto -suspiró el zorro.

Mi vida es monótona. [...] Me fastidio, pues, un poco. Pero si tú me domesticaras, mi vida estaría llena de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. [...] El tuyo me llamará fuera de la cueva, como una música.

¡Si quieres, domestícame!

Hace falta ser muy paciente -respondió el zorro-. Te sentarás primero un poco lejos de mí [...]. Yo te miraré con el rabillo del ojo y tú no dirás nada. El lenguaje es fuente de malentendidos. Pero cada día podrás sentarte más cerca...

Si tu vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres empezaré a ser feliz. A medida que la hora se acerque me sentiré feliz. A las cuatro ya me agitaré y me inquietaré: ¡descubriré el precio de la felicidad! [...] Hacen falta los ritos.

-Es también una cosa demasiado olvidada -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días, una hora de las otras horas.

Así, el principito domesticó al zorro.

Adiós  -dijo el zorro- He aquí mi secreto. Es muy sencillo: Solo se ve con el corazón. Lo esencial es invisible ante los ojos.

Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro- [...] Te haces responsable para siempre de lo que has domesticado.

El zorro es, sin lugar al duda, mi personaje favorito. Demasiada audacia y sabiduría en un mismo ser.

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