domingo, 28 de enero de 2018

Doce meses.

Hace un año éramos diferentes.

En enero nos volvimos a ver, volvimos a hablar y a escucharnos.

Febrero, marzo y abril retomamos cariños pasados.

En mayo pasado rebosaba la miel. Te hacía falta y yo te extrañaba cada noche, me regalaste canciones y yo te dediqué un libro. (Estoy segura que eso último no lo sabés).

En junio algo cambió cuando recibiste visitas de Tibás. (Sí lo sé).

Julio pasó volando y en agosto éramos mi amor para arriba y para abajo, para arriba hasta la cima del volcán y para abajo hasta la orilla de la playa.

Para setiembre todo estaba super bien hasta que a vos se te metió el agua y yo decidí tirarme al agua.

En octubre nos fuimos a la mierda. Ahí fue cuando empecé a estorbarte, mi presencia te molestaba, dejaste de mirarme y de buscarme, entendí el mensaje.

Sé que ahí comenzó todo con tu amiga esta que ahora está en Argentina y que nunca mencionas su nombre en frente mío porque pensás que así no me voy a dar cuenta pero lo único que hacés es evidenciarlo más, sí esa que vive por donde solías vivir.

Los lunes de noviembre "trabajabas" hasta tarde en Tibás (¿De verdad eso fue lo mejor que se te ocurrió?).

Diciembre lo pasamos por pasarlo (y aún no se si el bolso se lo compraste a la de Tibás o a la que vive por tu antigua casa... Creo que es a la de Tibás).

Es enero y bueno, vos sabés como estamos. Nos bastaron mucho menos de cuatro meses todos los días para cambiar.

Viene febrero y no quiero quererte como te quería hace un año.

Nunca había regalado un libro que compré para mí y nunca le había dedicado un libro a nadie. Nunca había tenido tantas ganas de decirle te amo a alguien y no hacerlo y nunca me había enamorado tanto de alguien como me pasó con vos.

Viene febrero y ya no quiero quererte, ya no quiero que me duela querer.