No madrugué.
No me preocupé por como me veía.
Manejé rápido, manejé despacio, disfruté la manejada.
Escuché música a todo volumen y canté sin temor de que me escucharan.
Oré.
Decidí no planear obsesivamente y olvidé cosas necesarias.
Leí por todo lo que no había leído en mucho tiempo.
Escuché el mar y me senté a disfrutarlo.
Dejé que el mar me refrescara y me sequé al sol.
Hice silencio y lo usé para escucharme al mí misma.
Me saqué un antojo y estaba delicioso.
No hubo nada, absolutamente nada, que no fuera exactamente lo que quería hacer.
No hay mejor sensación que ser feliz.
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